sábado, diciembre 26

El primer momento solos

Esa tarde nos encontró a todos charlando y tomando mate, escuchando anécdotas, compartiendo historias para ir conociéndonos y contándonos pequeños detalles de nuestras vidas.
El sol se fue filtrando por el oeste y el viento playero hizo que fuéramos volviendo.

Esa noche ellos iban a Pinamar a bailar con unas amigas, nosotras nos fuimos a Pueblo Límite. No iba a tener forma de estar con el.
Al otro día a la tarde no aparecieron. Estuve mirando para todos lados, pero nada, ni un rastro de Los 8 vecinitos.

Cuando volvimos al depto, los vimos en la puerta, Pato cargaba dos bolsas de carbón y Lucas venía más atrás con unas cuantas botellas.
Maty se acercó a saludarnos con mucha efusividad.
- Locas, vamos a hacer un asado, ¿se prenden?
- Puede ser - dijo Lu
- Dale, sí, obvio - Marianela ya tenía que saltar mostrándose (no hace falta que diga cuán poco la soporto).

Así fue que nos bañamos, compramos algunas cosas para llevar, nos pusimos bien diosas y terminamos en el patio de la casa de al lado degustando un rico asado y riéndonos muchísimo todos.
Planeamos una salida, pero se fue pasando la hora y estábamos todos tan divertidos que nos quedamos.
Matías no paraba con sus anécdotas graciosas, Alan no dejaba de hacer música con la guitarra y Priscila hacía pavadas siguiendo sus ritmos. Yo ya no prestaba atención ni a Pino ni a Marianela ni a Juan, estaba muy alegre como para enredarme con pavadas.

De a poco fueron cayendo, uno a uno se iban durmiendo o como Matías y Maite que desaparecieron del radio de visión de todos nosotros.
Yo ya estaba por irme a acostar también, después de haber pasado una noche súper, pero otra vez lo sentí susurrarme en el oído...
- ¿Estás muy ocupada? - Dijo mientras sonreía.
- Depende para qué - Quise caerle simpática, ya que esa charla en la playa había sido muy arisca.
- Para nada importante, pero me quedé sin puchos y me pongo loco...
- Te acompañó - No lo dejé terminar, y pude ver como sonreía.

Agarré mi sweater y salimos. Nadie se dio cuenta, o eso pensé en ese momento.
Había viento pero no hacía frío, o no me importaba, por fín se daba ese encuentro a solas que habia imaginado desde ese día en que lo conocí.
Caminamos en silencio un rato hasta que él empezó a hablar. Pino hablaba rápido y con voz fuerte, acompañando cada palabra con un movimiento de manos. Yo lo miraba de vez en cuando y sonreía de costado.
Había planeado ese encuentro y ahora no me salían las palabras. Nunca fui una persona tímida, al contrario, soy muy extrovertida y si quiero puedo ser muy encantadora para hablar, pero con él era distinto.
El brilla.
Brilla tanto que encandila.
- Gorda contame todo ya!
Me paré y caminamos hasta la orilla, nos quedamos paradas mientras la espuma nos rozaba los pies.

- ¿Qué sería todo Pipi? - Le dije mientras sonreía, todavía tratando de recobrar una décima parte de los momentos que habían pasado la noche anterior.
- Dale gorda!- Priscila estaba entusiasmada, seguramente ya se había armado toda una historia fantástica en su cabeza.
- Pri, la verdad es que no pasó nada, y menos mal, porque el chabón no me va ni me viene...
- ¿En serio me decís?, cuando te vi que te ibas con el anoche, pensé que..

No la dejé terminar, me quedé mirando como Pino y Marianela venían caminando los dos solos por la orilla y se acercaban a nosotras. Se me hizo un nudo en el estómago.

- ¡Pri decime que esta no se lo ganó a Pino porque me muero!
- No sé, está que no da más la muy veloz...
Nos reímos juntas.

Se acercaron. Me miró y yo a él. De pronto sentí como si me hubieran dado una descarga eléctrica en el cuerpo.

- Parece que reaccionaste, no?
- Já!- De forma muy irónica le contesté a la subnormal de Marianela... Parece que la vienen pasando muy bien ustedes dos, no?
Marianela iba a contestar y se quedó con la boca abierta cuando Pino se le adelantó.
- Nada más la acompañé hasta el parador porque nadie quería ir, están todos muertos todavía!
La cara de Marianela se transformó. Simuló una risita y se fue a la ronda donde estaban todos. Claramente quería que la tierra la trague, pero no, la tierra estaba de mi lado, Já!.

- Y vos? - Lo dijo con esa voz tan fuerte, mientras se acomodaba el pelo detrás de la oreja
- Yo qué? - Respondí haciéndome la interesante
- Estás bien?
- Mmmm... debería estar mal? - Contesté con tono sobrador y enojado a la vez.
- Epa! Qué mala onda!
- Bueno, parece que acá hay alguien de más, no? Me voy a ver si consigo agua para el mate...
(Priscila qué sutileza! Haceme acordar que te ahogue en el mar!)

Nos dejó solos, parados mirando el mar, con un silencio profundo. El aire estaba tenso pero así y todo me sentía cómoda con él.

- Dejá, no digas nada - Me susurró al oído
Lo miré perpleja, no entendía bien. Se dio media vuelta y empezó a caminar hasta donde estaban sus amigos y mis amigas conformando un gran círculo de amistad, siendo el segundo día compartido.

Me quedé ahí parada, tratando de reflexionar sobre lo que me había dicho. ¿No tenía que decir nada por haberlo tratado mal?, ¿o me estaba hablando sobre la noche anterior?.
Me sumergí en mis pensamientos mientras contemplaba el horizonte. ¿Había hecho algo que le molestó o fue mi contestación reciente la que no le cayó bien?.
Fuera lo que fuera tenía que encontrar la manera de tener un segundo a solas con él.

El después de

Saqué una mano por debajo de la campera blanca con tres rayas y me corrí el pelo de la cara. Intenté poder abrir los ojos con el sol golpeándome entre las cejas y un centenar de bueyes pisoteándome el cuerpo entero.
No lograba comprender cómo había llegado hasta ahí, y por qué Juan me tenía entre sus brazos como si fuéramos una pareja de hacía años que encajaban a la perfección en ese sofá.
De la noche ni un recuerdo. Al menos no en ese instante en el que quería reacomodar ideas y ninguna imágen nítida venía a mi cabeza.

- Bueno, parece que por fín voy a poder salir de abajo tuyo...
- Eeeh, mmm, sí.. ehh perdoname, no entiendo nada.
- Tampoco parecías entender mucho anoche.. quedate tranquila, sólo te traje y me pediste que me quedaras porque tenías miedo de dormir sola, por eso lo hice. Juan me miraba con esos ojos tan dulces y hablaba con voz tan firme...
- Está bien, no te preocupes, disculpame... Andá si querés, ya estoy bien.
- Sí mejor, ya deben estar todos en la playa... Te aviso que las chicas se fueron con mis amigos, ahí te dejaron una nota.
- Ay si gracias, disculpame, no sé que decirte
- No te hagas drama. Yo me voy a cambiar y me voy para la playa, te espero?... Su tono era siempre calmo, yo hubiera estado de los pelos si alguien me hacía perder todo ese tiempo durmiendo mientras todos estaban divirtiéndose en la playa
- Eeeeh mmm, no... bueno, mejor sí, a ver si no las encuentro. No, no, ya te hice perder todo el tiempo... andá tranquilo, ahora voy.

Sonrió, levantó su campera y antes de salir dijo: - En 20 te golpeo, si estás lista, vamos juntos.
Le sonreí con ganas.
Caminé al baño, con el dolor de cabeza latente y una pila de preguntas. Me lavé la cara, los dientes, miré mis ojos totally destroyed!.
Me vestí lo más rápido que pude y agarré el bolso guardando las cosas que iba encontrando, no estaba para ponerme a ver qué llevar y qué no, todavía podía sentir el olor del alcohol en mi nariz.

Cuando Juan golpeó la puerta, ya estaba casi lista. Agarré un juego de llaves y salí pidiéndole disculpas. El se mostró muy amable, para nada enojado, y no vi en él ninguna intención más allá de ser caballero y llevar a la pobre chica borracha hasta su departamento.
Caminamos las cinco cuadras que nos separaban de la playa mientras nos empezábamos a conocer. Me hizo un breve resúmen de lo que había sido la noche anterior y de cómo le pedí que me llevara y que se quedara conmigo.
Él era tímido pero se mostraba desenvuelto, y yo me limité a contestar con monosílabos y sonrisas porque seguía muy mareada. Fue un momento grato de todas formas.

Ni bien bajamos la pasarela de la 125 vimos a todos sentados en círculo riéndose y compartiendo unos mates. No, a todos no. Pino no estaba. Otros tampoco, pero fue al primero que busqué.
Nos sentamos también y enseguida Pri se acercó con disimulo, teníamos mucho de que hablar...

domingo, diciembre 13

Amaneciendo

Si cierro los ojos todavía lo puedo ver, bordeando el río, con un cigarrillo en la mano, cada vez más cerca mío.
Pasó una mano por mi cintura, y con la otra me secó una lágrima... "las muñequitas no lloran, sonríen para idiotizar a los muchachos como yo"... y sí, sonreí.
Me abrazó fuerte, pero me rodeó con tanta calidez que sentí que ese era mi lugar en el mundo. Ahí, en su pecho, justo donde se sentían los latidos como si un centenar de caballos estuvieran galopando.
Esa noche me hizo sentir importante, me hizo sentir lo más importante de su vida, como si yo realmente lo fuera.
Nos quedamos enroscados mirando el agua, sus labios encontraron los míos encajando a la perfección. Su lengua nada tímida recorrió la mía, dibujó formas suaves alrededor de mi boca, me atravesó el cuello descendiendo cada vez más. Sus manos jugaron con cada rincón de mi cuerpo.
Nos buscamos hasta encontrarnos, hasta vernos rendidos, hasta ver que las escaleritas no nos alcanzaban.
Caminamos mientras todas las estrellas nos observaban, y nos fuimos haciendo dueños del mundo.
En su auto, más enroscados que antes, fuimos hasta su departamento.
Nos conocimos, nos disfrutamos, nos vivimos.
Sus dedos quedaron marcados en cada pedazo de mi piel. También su olor y sus ganas.
Ese primer día fuimos uno hasta el amanecer.


El 20 de mayo de 2006 ýo estaba muy sola, muy vacía, muy apagada. Una serie de sucesos habían derribado todos mis muros. Sentí que mi vida era un suicidio en cámara lenta.
Hacía una semana que Juan había decidido un viaje a Montevideo para resolver una relación no cerrada, y me había corrido de su vida.
El estuvo ahí, el fue mi ángel por una noche (y por otra, otra, otra... y otras más). Ese fue mi primer amanecer con Pino.

jueves, diciembre 10

El momento borroso y no tan borroso

Sé que llegamos a la puerta de Le Brique cantando a los gritos, al ritmo de "porque ella tiene un bombón asesino...", tema que marcó la temporada. Nos habíamos tomado hasta el agua del mar y ya estábamos todos bastante desinhibidos, éramos como los súper amigos.

Sé también que yo tenía un jean muy ajustado y una remera muy al cuerpo que se llevó muchos piropos y unas cuantas guasadas cuando cruzamos la 105.
Adelante habían quedado Maité y Matías, que luego fueron bastante tiempo unos M&M enamorados. Después seguía el grupo entero un poco disperso, y atrás de todo Pino y yo.

Me acuerdo que nos reíamos mucho, no sé bien de qué. Me acuerdo de mis dones de seducción a flor de piel. Me acuerdo que unos flacos gritaron algo muy desubicado y Pino contestó, al tiempo que pasó su brazo por mi cintura, y llegamos a la puerta del boliche abrazados.

Ya adentro empezamos todos a bailar, y seguimos tomando. Mai y Mati desaparecieron toda la noche juntos, Lu y Marianela se fueron por ahí y algunos de los chicos también.
En un momento que fuimos hasta el baño Pri me cuenta que Juani le preguntó por mí. Con mi borrachera a cuestas le digo que me enamoré de Pino, que me quiero casar con él y que ya tengo pensado el color de las paredes de nuestra casa.
Nos reímos juntas, volvemos cerca de la barra donde estaban los demás, menos Pino.

Me siento en un costado, muy mareada intentando ubicar dónde se había metido. Y no aparece él, sino que Juani se sienta al lado mío. Me trae un vaso de agua, me sopla la cara, me vuelve a llevar al baño.
A partir de ahí no recuerdo más.
Cuando me desperté, estaba en el sofá del depto. Una campera que no era mía me tapaba y un brazo desconocido me rodeaba el cuello.
Pino no estaba, el brazo era de Juan que estaba durmiendo casi sentado, y mi cabeza (con un taladro que no me dejaba pensar muy bien) estaba apoyada en el pecho de Juan.

Esa primera noche

De esa noche tengo recuerdos-bache-recuerdos... Rememoro todo con el diario de vida que llevaba en ese entonces, pero una gran parte de los hechos no están ni en mi memoria ni en el cuaderno.

Todos empezamos a hablar, a hacer chistes, a cantar a los gritos y debatir el lugar al cual íbamos a ir. Parecíamos un gran grupo de amigos de siempre.

Matías fue el primero en entrar en confianza con todas... es de esas personas que no pueden caerle mal a nadie, que vive haciendo chistes, noble y generoso, con una chispa especial. Enseguida estábamos hablando como si nos conociéramos de siempre y ya habíamos encontrado códigos en común. Al día de hoy, lo siento como uno de mis grandes amigos, me conoce tanto y lo conozco tanto, que realmente es como si nuestras vidas se hubiesen cruzado desde el momento en que pisamos el mundo.

Además de Matías, estaban Lucas, Nano, Facu y Pato, unos locos con mucha onda con los cuales también nos sentimos todas muy cómodas desde un principio. Alan estaba más callado en un rinconcito... con el tiempo nos dimos cuenta que parte de su timidez se destapaba con un poco de alcohol. Pero había alguien más tímido, que con su sonrisa brillante y sus ojazos azules observaba todo desde un sillón... Juani.

Los 8 vecinitos de Villa Crespo fueron la gran compañía de esas mágicas vacaciones donde surgieron muchas risas, donde hubo pequeñas peleas con llanto incluído, tardes enteras de playa y noches sin fín.
Pero lo más importante es que fueron el punto inicial de mi felicidad y de mi calvario, con secuelas que aún hoy me resuenan cuando apoyo la cabeza en la almohada y pienso en Pino.

miércoles, diciembre 2

Nos empezamos a acomodar. La casita era muy linda, con pocos muebles y mucho espacio, un ventanal enorme que daba a la calle y una habitación con 4 camas (por lo que nos fuimos turnando para dormir en el sofá).
Desarmamos valijas, ordenamos un poco, hicimos compras y llenamos la heladera de cervezas y melón (claro, el melón para tomar a lo hawaian).

Fue pasando la tarde, dimos una vueltita por la playa para empezar a tener un panorama de dónde estábamos y así empezar a disfrutar con todo.
De a poco fue anocheciendo, nos bañamos y nos lookeamos bien divas, la primer noche prometía, y mucho.

Mai, así de chiquita e inocente como uno la ve, empezó a jugar a la barman y mezcló en la batidora (que muy precavidas habíamos llevado desde casa) todo lo que iba encontrando para llenar hasta el tope los meloncitos. Pri, como siempre, al mando de la música, hizo que fuéramos entrando en temaNoche.
La nota la tenía que dar Marianelita, que estaba en plena crisis de angustia por no saber qué ponerse, y Lu, que es una santa, le estaba prestando medio placard.

Yo, en mi mundo, hacía bailecitos graciosos al ritmo de los temas que iban pasando, con un vasito de cerveza bien helada en una mano y un desodorante que oficiaba de micrófono en la otra. Pri era mi compañera de dúo. Realmente somos dinamita juntas. Me acuerdo que nos estábamos riendo muchísimo cuando golpearon la puerta (Y sí, la música se debía escuchar hasta en Necochea, y nuestros gritos, un poco más lejos).

Cuando abrí, creí que el universo entero había conspirado a mi favor. El muy hermoso vecino "Pino", con esa sonrisa avasallante, venía en busca de algo.

- Che, la están pasando bien eh.. ¿Quieren venir a tomar algo?
- Estamos haciendo eso.. pasás?- Me incliné como para que entrara, no tenía chance de decirme que no.
- Dale, llamo a los chicos.. está bien?
- Como quieras, que vengan todos!

Al cabo de un minuto teníamos ocho hombres en nuestro departamento, con el triple de botellas en sus manos.
Entre esos ocho estaba ÉL, que no paraba de sonreír, de tirar chistes, y sobre todo, de mirarme. Pero de mirarme de una forma especial, con tanto deseo como nunca antes me habían mirado.
Esa mirada que me cautivó, desde ese entonces y hasta hoy.