Saqué una mano por debajo de la campera blanca con tres rayas y me corrí el pelo de la cara. Intenté poder abrir los ojos con el sol golpeándome entre las cejas y un centenar de bueyes pisoteándome el cuerpo entero.
No lograba comprender cómo había llegado hasta ahí, y por qué Juan me tenía entre sus brazos como si fuéramos una pareja de hacía años que encajaban a la perfección en ese sofá.
De la noche ni un recuerdo. Al menos no en ese instante en el que quería reacomodar ideas y ninguna imágen nítida venía a mi cabeza.
- Bueno, parece que por fín voy a poder salir de abajo tuyo...
- Eeeh, mmm, sí.. ehh perdoname, no entiendo nada.
- Tampoco parecías entender mucho anoche.. quedate tranquila, sólo te traje y me pediste que me quedaras porque tenías miedo de dormir sola, por eso lo hice. Juan me miraba con esos ojos tan dulces y hablaba con voz tan firme...
- Está bien, no te preocupes, disculpame... Andá si querés, ya estoy bien.
- Sí mejor, ya deben estar todos en la playa... Te aviso que las chicas se fueron con mis amigos, ahí te dejaron una nota.
- Ay si gracias, disculpame, no sé que decirte
- No te hagas drama. Yo me voy a cambiar y me voy para la playa, te espero?... Su tono era siempre calmo, yo hubiera estado de los pelos si alguien me hacía perder todo ese tiempo durmiendo mientras todos estaban divirtiéndose en la playa
- Eeeeh mmm, no... bueno, mejor sí, a ver si no las encuentro. No, no, ya te hice perder todo el tiempo... andá tranquilo, ahora voy.
Sonrió, levantó su campera y antes de salir dijo: - En 20 te golpeo, si estás lista, vamos juntos.
Le sonreí con ganas.
Caminé al baño, con el dolor de cabeza latente y una pila de preguntas. Me lavé la cara, los dientes, miré mis ojos totally destroyed!.
Me vestí lo más rápido que pude y agarré el bolso guardando las cosas que iba encontrando, no estaba para ponerme a ver qué llevar y qué no, todavía podía sentir el olor del alcohol en mi nariz.
Cuando Juan golpeó la puerta, ya estaba casi lista. Agarré un juego de llaves y salí pidiéndole disculpas. El se mostró muy amable, para nada enojado, y no vi en él ninguna intención más allá de ser caballero y llevar a la pobre chica borracha hasta su departamento.
Caminamos las cinco cuadras que nos separaban de la playa mientras nos empezábamos a conocer. Me hizo un breve resúmen de lo que había sido la noche anterior y de cómo le pedí que me llevara y que se quedara conmigo.
Él era tímido pero se mostraba desenvuelto, y yo me limité a contestar con monosílabos y sonrisas porque seguía muy mareada. Fue un momento grato de todas formas.
Ni bien bajamos la pasarela de la 125 vimos a todos sentados en círculo riéndose y compartiendo unos mates. No, a todos no. Pino no estaba. Otros tampoco, pero fue al primero que busqué.
Nos sentamos también y enseguida Pri se acercó con disimulo, teníamos mucho de que hablar...
sábado, diciembre 26
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