De esa noche tengo recuerdos-bache-recuerdos... Rememoro todo con el diario de vida que llevaba en ese entonces, pero una gran parte de los hechos no están ni en mi memoria ni en el cuaderno.
Todos empezamos a hablar, a hacer chistes, a cantar a los gritos y debatir el lugar al cual íbamos a ir. Parecíamos un gran grupo de amigos de siempre.
Matías fue el primero en entrar en confianza con todas... es de esas personas que no pueden caerle mal a nadie, que vive haciendo chistes, noble y generoso, con una chispa especial. Enseguida estábamos hablando como si nos conociéramos de siempre y ya habíamos encontrado códigos en común. Al día de hoy, lo siento como uno de mis grandes amigos, me conoce tanto y lo conozco tanto, que realmente es como si nuestras vidas se hubiesen cruzado desde el momento en que pisamos el mundo.
Además de Matías, estaban Lucas, Nano, Facu y Pato, unos locos con mucha onda con los cuales también nos sentimos todas muy cómodas desde un principio. Alan estaba más callado en un rinconcito... con el tiempo nos dimos cuenta que parte de su timidez se destapaba con un poco de alcohol. Pero había alguien más tímido, que con su sonrisa brillante y sus ojazos azules observaba todo desde un sillón... Juani.
Los 8 vecinitos de Villa Crespo fueron la gran compañía de esas mágicas vacaciones donde surgieron muchas risas, donde hubo pequeñas peleas con llanto incluído, tardes enteras de playa y noches sin fín.
Pero lo más importante es que fueron el punto inicial de mi felicidad y de mi calvario, con secuelas que aún hoy me resuenan cuando apoyo la cabeza en la almohada y pienso en Pino.
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