miércoles, diciembre 2

Nos empezamos a acomodar. La casita era muy linda, con pocos muebles y mucho espacio, un ventanal enorme que daba a la calle y una habitación con 4 camas (por lo que nos fuimos turnando para dormir en el sofá).
Desarmamos valijas, ordenamos un poco, hicimos compras y llenamos la heladera de cervezas y melón (claro, el melón para tomar a lo hawaian).

Fue pasando la tarde, dimos una vueltita por la playa para empezar a tener un panorama de dónde estábamos y así empezar a disfrutar con todo.
De a poco fue anocheciendo, nos bañamos y nos lookeamos bien divas, la primer noche prometía, y mucho.

Mai, así de chiquita e inocente como uno la ve, empezó a jugar a la barman y mezcló en la batidora (que muy precavidas habíamos llevado desde casa) todo lo que iba encontrando para llenar hasta el tope los meloncitos. Pri, como siempre, al mando de la música, hizo que fuéramos entrando en temaNoche.
La nota la tenía que dar Marianelita, que estaba en plena crisis de angustia por no saber qué ponerse, y Lu, que es una santa, le estaba prestando medio placard.

Yo, en mi mundo, hacía bailecitos graciosos al ritmo de los temas que iban pasando, con un vasito de cerveza bien helada en una mano y un desodorante que oficiaba de micrófono en la otra. Pri era mi compañera de dúo. Realmente somos dinamita juntas. Me acuerdo que nos estábamos riendo muchísimo cuando golpearon la puerta (Y sí, la música se debía escuchar hasta en Necochea, y nuestros gritos, un poco más lejos).

Cuando abrí, creí que el universo entero había conspirado a mi favor. El muy hermoso vecino "Pino", con esa sonrisa avasallante, venía en busca de algo.

- Che, la están pasando bien eh.. ¿Quieren venir a tomar algo?
- Estamos haciendo eso.. pasás?- Me incliné como para que entrara, no tenía chance de decirme que no.
- Dale, llamo a los chicos.. está bien?
- Como quieras, que vengan todos!

Al cabo de un minuto teníamos ocho hombres en nuestro departamento, con el triple de botellas en sus manos.
Entre esos ocho estaba ÉL, que no paraba de sonreír, de tirar chistes, y sobre todo, de mirarme. Pero de mirarme de una forma especial, con tanto deseo como nunca antes me habían mirado.
Esa mirada que me cautivó, desde ese entonces y hasta hoy.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Se metieron en el lío